sábado, 24 de septiembre de 2011

CAMINO A QUITO (Mercado de Otavalo)

En taxi, camino a quito. El viaje es amenizado por las experiencias del taxista como chofer de autobús de línea en el oriente, (zona de la selva), le atracaron cinco veces. No sabían si aquel pasajero que subía en el autobús fuera un atracador. Podían atracar a un autobús y para obligar a que parase otro, obligaban a los pasajeros a tumbarse en la calzada.

Vaya, parece que la tranquilidad de Riobamba y Baños se va alejando a medida que nos acercamos a Quito.

Al comienzo del viaje podemos ver parte del Chimborazo, del Tungurahua, en realidad pequeñas ventanas entre las nubes por las que intuyes las moles de ambos volcanes, tiene la ventaje de al no verlos enteros, es que lo completas con la imaginación, estoy casi seguro que son más vistosos con la imaginación que con la realidad.

Sara con plano en la mano es imbatible, guía al taxista sin dudas al centro de Quito, y este nos deja en la puerta del hotel. Hotel agradable de dos plantas, pero frío, personal amable. El que parece ser un policía español, me da unas cuantas pinceladas de los que son los Latín King, o los Maras  y su traslado a España. Es un alivio saber que en España no son tan violentos, pero que existe una dependencia jerárquica con las bandas de aquí.

Mañana veremos el famoso mercado de Otavalo, mercado indígena.
El viaje a Otavalo se inicia al día siguiente a las 8 de la mañana, esta excursión termina a las seis de la tarde, también en Quito la noche se hace realidad a las 18,45. Esta excursión comprende lugares espectaculares, desde volcanes, montañas, ríos, barrancos. El mercado indígena de Otavalo es el plato fuerte del viaje, es grande, colorido, está dividido por zonas, los tenderetes se empujan unos a otros. Pido unos caracoles de la sierra, me los sirven en una bolsita de plástico, con agua de limón, parecidos a los caracoles de mar.

Nadie del grupo puede sustraerse a comprar, incluido yo; que compro un panamá y un par de cintos.

El viaje lo realizamos en buseta, en el vamos una mejicana, un ecuatoriano, una estudiante de EE UU y dos españoles. Se establece una conversación a tres bandas, el ecuatoriano como todos los que nos hemos encontrado son parcos en palabras. Los que más hablan son los guías y tampoco son como para tirar cohetes.
Se vuelve poco antes de anochecer, hacia las cinco y media, a las seis parece que el sol se pone a correr y a las siete ya es de noche. Una constante en el viaje.

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